Farallones de Cali

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lunes, 23 de agosto de 2010

Lugares: San Andrés Isla

el mar con multiples colores
La Isla de San Andrés, un pequeño paraíso colombiano en medio del mar Caribe, con su mar de los siete colores, los cuales en realidad no conté, pero que disfruté plenamente, en una deliciosa semana de vacaciones.
San Andrés, Providencia y Santa Catalina son un archipiélago y departamento colombiano, descubierto en la época de la colonia e inicialmente poblado por inmigrantes ingleses, con un pasado lleno de historias fantásticas de piratas y corsarios, antepasados ingleses, franceses, holandeses y españoles.
En el año 1803 España anexó las islas al virreinato de la Nueva Granada, hoy Colombia, y es puerto libre desde el año 1792, convirtiéndolo en un punto comercial importante, y generando la migración de ciudadanos árabes e italianos, comerciantes por excelencia.
Los raizales, como se llama a los habitantes isleños descendientes de las familias que han habitado las islas desde las primeras migraciones, son afrodescendientes, gente alegre, amable, que se dedica principalmente a la pesca y a las labores derivadas del turismo. Hablan el creol english como dialecto nativo, reconocido como oficial para el archipielago y también el español.
El creole es un inglés modificado, con influencias africanas y holandesas, los niños aprenden a hablar en creole y en los hogares solo se habla en este dialecto, así mismo entre los raizales se comunican generalmente en creole, y ningún turista por más inglés que hable los puede comprender.
Cuando los niños llegan al colegio aprenden a hablar el español, o por lo menos así ha sido hasta las últimas generaciones, actualmente como me comentaba David, uno de nuestros guías en Johnny Cay, ellos tratan de enseñar a sus hijos en casa tanto el creole como el español, para que cuando lleguen a la escuela les sea más fácil la adaptación.

 En San Andrés convergen en armonía múltiples culturas, hay raizales, colombianos del interior, árabes, chinos, italianos, y en cada esquina un turista de diferente nacionalidad, alemanes, estadounidenses, argentinos, brasileros, y en general de cualquier lugar del mundo.
En una misma cuadra encontramos una iglesia católica y una mezquita, hay iglesias bautistas principalmente, pero también pentecostales y adventistas.

La mayor parte de la población raizal pertenece a la iglesia Bautista, de hecho aquí en la isla está la primera iglesia bautista de Latinoamérica, fundada en 1844 por el pastor Philip Beekman Livingston, a quién le sucedieron como pastores su hijo y su nieto, según nos contó nuestra guía en el recorrido por la iglesia. El Pastor Livingston se casó con una mujer de la isla y hasta hoy todavía se encuentran familias que llevan este apellido.
Los apellidos de la isla también nos recuerdan su pasado inglés y holandés, sus habitantes raizales se enorgullecen de sus apellidos, entre los más frecuentes Forbes, Livingston, Archbold, Moore, Nelson y Blum.
La Isla ha crecido sin ninguna planeación urbanística por lo que hay un caos de vías paralelas, transversales y diagonales, que a no ser por el pequeño tamaño de la isla, sería difícil ubicarse, pero la isla solo tiene un tamaño de 26 Km2 y se puede recorrer a través de una carretera que la rodea completamente, ya sea utilizando los carritos de golf, o camperos que alquilan en cualquier parte del centro, en bicicleta o en moto, y también en un bus de servicio público, que es el medio más económico pero a la vez el más indicado para conocer un poco más de los habitantes de la isla.
El centro es el área más poblada, el resto de la isla la forman barrios intermitentes rodeados de bosques de vegetación nativa. Las casas típicas son hechas en madera, pintadas de colores, con una arquitectura anglo, muchas ennegrecidas por el salitre y la humedad típica de una zona costera, otras recién restauradas bellísimas.
La música, tiene ese toque caribeño, africano, el reggae, el Calipso y el soca son los ritmos más escuchados y bailados, el sanandresano tiene esa música en las venas y se mueve con total soltura, como reviviendo las épocas de Bob Marley que se pasea por las calles de la isla, ya sea en una camiseta, en un bolso, un afiche, en un mural, o en los multicolores tams (sombreros rastafaris). También se escucha en las discotecas, más para gusto de los turistas, salsa, vallenato y reggaetón.
En la isla pareciera que todos sus habitantes se conocieran, todos se saludan, y en medio de sonrisas se dicen frases en creole, tal vez preguntando por la familia, por el trabajo o por el clima, pero en general cuando se está en San Andrés se puede sentir que la vida puede estar llena de felicidad simplemente disfrutando de la naturaleza, de los amigos y de los detalles simples que la alimentan.
Hacer compras en un supermercado de San Andrés también deja sorprendidos a los que somos del interior, se encuentran más marcas importadas que las que encontramos en las grandes cadenas de almacenes, hay jugos nacionales, jugos made in USA, o con letras árabes o judías, lo mismo dulces, enlatados y salsas, pero también nos deja impresionados el alto costo que tienen los productos más sencillos de una canasta familiar comparados con productos menos necesarios pero importados, por ejemplo, mientras un paquete de pan tajado industrial mediano cuesta COL$6000 (USD$4), un frasco de mantequilla de maní cuesta COL$4000 (USD$2), la carne, los lácteos, las frutas y las verduras son costosos, debido a que en la isla no se producen, todo es traído por barco o por avión desde el interior del país, y en contraste los licores son de bajo costo.
Pero no se puede hablar de San Andrés sin hablar de sus atracciones turísticas, el hoyo soplador, una abertura en piedra a la orilla del mar, formando un túnel por el cual sube agua a presión elevándose hasta 12 metros de alto, pero que esta vez estuvo esquivo para la foto, debido a que había marea baja. Allí también hay unas casetas de madera donde se pueden disfrutar diferentes platos con comida de mar, langostinos, langostas, cangrejos y por supuesto, el rondón, plato típico de la isla, compuesto de pescado, caracol, yuca, plátano, papa, ñame, cola de cerdo y coco.
El acuario, lindísimo, un islote con corales que forman un acuario natural de aguas cristalinas donde se llega en lancha y que permite nadar al lado de los peces, y con un snorkel o a simple vista apreciar las numerosas y lindas especies de peces, erizos y hasta manta rayas.
Johnny Cay, otro islote, pequeño, donde se llega también en lancha y donde el mar golpea con un poco más de fuerza, pero de agua igualmente cristalina. Allí se puede saborear un buen plato de pescado frito, con arroz con coco y patacón, y disfrutar de la bebida típica, el coco-loco, un coctel de licores variados servido en un coco, o una piña colada o para los niños un coco-fresa, delicioso….
La Cueva de Morgan, la verdad esta vez no la visité, pero es una cueva natural donde la leyenda dice que se escondió el pirata Morgan, no hay mucho que ver en mi concepto.

La Primera Iglesia Bautista, de la que ya hablé un poco, es arquitectónicamente muy bonita, hecha con madera traída desde Alabama, EEUU, y desde su campanario se tiene una panorámica hermosa del mar y sus colores, pero que lamentablemente esta vez tampoco pude apreciar debido a que el día era lluvioso y estaba nublado.
La Piscinita, una piscina natural ubicada en el lado oeste de la isla, con una profundidad de 5 metros, muy atractiva para principiantes del buceo, donde se puede también apreciar variedades de peces y allí mismo hay un restaurante de comida típica.
el mar al otro lado de la isla
El lado oeste de la isla es el atractivo para los amantes del buceo, no hay playas, solo rocas y pequeños acantilados, y el mar es muy profundo, se hacen tours especiales para buceo en esta parte de la isla.


También hay un museo isleño, la laguna de agua dulce y el jardín botánico, sitios que nos hubiera gustado visitar, pero que debido al tiempo no pudimos.
Hay otro tipo de paseos, como tour por la bahía, tour en chiva (bus escalera) por la isla, yate del atardecer y el semisumergible, que es un barco con un primer piso sumergido, transparente, donde se pueden apreciar las especies marinas de flora y fauna.
En fin, en San Andrés hay mucho por hacer, pero lo más importante es disfrutar de su mar de aguas cristalinas, de múltiples colores, donde el cuerpo se relaja y el alma se funde con la naturaleza, donde se llenan de nuevo las energías y se viven momentos de paz y felicidad, donde cierras los ojos y comprendes por qué los isleños son felices y por qué la felicidad no la da el éxito profesional, o los ceros a la derecha en la cuenta bancaria, si no que por fin sientes que la felicidad es un estado del alma en comunión con Dios y su creación.
Ahora …. la nostalgia ….