“La
conclusión que saco es que el autor debe buscar su recompensa en el placer de
su trabajo y en el alivio que experimenta al quedar libre del peso de sus
pensamientos; e indiferente a todo lo demás, olvidarse de la alabanza o la
censura, del fracaso o del éxito”
Este
libro trata a cerca de la vida de Charles Strickland, un corredor de bolsa que
un día alrededor de sus cuarenta años, dio el salto al vació, dejó profesión,
trabajo, esposa, hijos, absolutamente todo, por el único objetivo de dedicarse exclusivamente
a la pintura.
Un
relato basado en la historia real del pintor Paul Gauguin, que logra introducir
al lector en los profundos laberintos de la mente y del sentir humano, las
cárceles internas o las cárceles que impone la sociedad, las luchas entre el
deber y el querer, entre lo esperado y lo deseado, situaciones que en menor o
mayor medida cualquier ser humano ha vivido en un momento de su existencia o en
muchos casos durante toda su existencia, porque muchas veces simplemente se
vive con la máscara de turno, la función diaria del teatro social, una máscara
que se termina creyendo como el rostro mismo, pero que solo muestra lo que los
demás quieren ver, o lo que nos han hecho creer que somos.
Este
libro es una invitación a pensarnos, a conocernos, a autoevaluarnos, mirándonos
desnudos y sin disfraces, de pronto no para tomar medidas drásticas como las
del personaje Strickland o las del propio pintor Gauguin, pero si para hacer un
alto en el camino y saber si estamos viviendo y sintiendo nuestra esencia o
solo estamos viviendo de las apariencias.
Es
interesante también conocer un poco más del escritor inglés William Somerset Maugham,
que traspasó ciertos límites de la sociedad de su tiempo pero sobre todo que
vivió y sintió la literatura como arte, como pasión, sin pretensiones ni encasillamientos,
solo disfrutándola.
En
su escrito “Recapitulación” hace una
especie de análisis de parte de su vida un resumen de ideas, sin pretender ser
una autobiografía, pero en el cual narra de manera sencilla sus inicios como
escritor, sus dificultades, sus dudas y también sus satisfacciones. Hace ver el
oficio de escritor de una manera más coloquial, más alcanzable, menos dramática
y menos endiosada que otros escritores, y deja ver que aunque se requiere
cierta inclinación o talento natural, solo a base de trabajo y desapego por el
que dirán, por la crítica o por los aplausos es que finalmente se logra
desarrollar este arte.
El arte antes de aprenderlo, hay que vivirlo y sentirlo.