Farallones de Cali

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martes, 21 de mayo de 2013

Libros: Memoria por Correspondencia - Emma Reyes



Un libro epistolar, excelente, compuesto de 23 cartas escritas en un lenguaje sencillo y hasta con algunos errores gramaticales, pero con una prosa clara, amena, fluida.
Las cartas fueron escritas por la autora, Emma Reyes, a su amigo, el intelectual Germán Arciniegas y en ellas le contaba lo que en la memoria guardaba de su infancia y adolescencia.

Emma Reyes fue una pintora colombiana nacida en los años 20 y quién murió en 2003. Vivió la mayor parte de su vida en Francia y por eso tal vez en su propia tierra no era muy conocida, pero su casa siempre fue un sitio donde recibió calurosamente a diferentes compatriotas que llegaron en busca de un futuro en Francia, principalmente artistas.

El libro impacta desde la primera carta, por la historia, por la crudeza con que narra su difícil niñez, sus orígenes inciertos, sus carencias tanto materiales como afectivas, una historia real que parece sacada de la ficción, pero con un lenguaje casi infantil, como si la misma Emma niña fuera la que contara su historia y no la Emma mujer más de cuarenta años después.
Emma nos lleva a la Bogotá y a algunos pueblos de Cundinamarca y en general a la sociedad colombiana de los años 20, con sus diferencias sociales, sus disfrazados valores y su hipócrita moral, que valga la pena aclarar, en esencia no ha cambiado mucho.
Al final, la carta veintitrés nos deja con deseos de más, de conocer qué pasa después, de saber como una niña que casi literalmente no tenía nada en la vida, logró ser una mujer realizada.

Esta historia nos muestra que los verdaderos límites, las ataduras y  hasta la pobreza son las que llevamos en la mente y que todos los obstáculos son superables.
No quiero hacer un recuento general de la historia, prefiero invitar a que sea leída, disfrutada, analizada.

jueves, 2 de mayo de 2013

Libros: El Olvido que Seremos - Héctor Abad Faciolince



Tengo que confesar que llevaba ya rato evitando leer “El Olvido que Seremos” de Héctor Abad Faciolince, por esas absurdas ideas que preconcebimos no se sabe cómo ni cuándo, pues pensaba que este libro sería otra de esas historias de la infame  violencia de nuestro país, que aunque se pueda pensar que son pan de cada día y que por tal motivo se creería que somos inmunes, finalmente nos estrellan con una realidad que duele y nos deja angustiados e indignados por mucho tiempo, pero que muchas personas solo las publican y otras tantas solo las leen con fines comerciales y de protagonismo.

Pero la buena crítica y el hecho de que lo que he escuchado de su autor no me daba la idea de que fuera un escritor “mercantilista” me indujeron finalmente a leer el libro y no me arrepiento.

Y debo decir que este libro también me estrelló con una realidad dolorosa, con una historia que se inició cuando yo aun no había nacido y que terminó cuando yo aún me preocupaba solo por hacer mis deberes escolares, desconociendo esa realidad de violencia que vivía mi país y que por alguna razón o suerte si se puede decir, yo desconocía en ese entonces.

No es una oda a la violencia, pero tampoco una oda a la autocompasión, es un libro escrito con el corazón, sin fachadas de falsos perdones, pero tampoco de falsas venganzas, solo utilizando esa hermosa herramienta que es escribir para liberarse, de aquello que guardamos sin poder expresar, ese deber, esa expiación, eso que no hemos dicho, que no hemos podido decir o que jamás podremos decirle a quien hubiéramos querido hacerlo, a aquel verdadero lector para quien iba dirigido lo escrito.

Abad Faciolince nos abre las puertas de su familia, de la historia de su padre, sus grandes fortalezas y también sus debilidades y nos deja conocer el impacto positivo del ejemplo de vida de un hombre coherente entre pensamiento y acción, pero también nos deja conocer el impacto cruel que la violencia puede ejercer sobre una familia y por ende sobre la sociedad.

Esto también me hace recordar que en los últimos años nuestra televisión privada con sus objetivos netamente comerciales ha optado con sus seriados, por hacer muy notables a los “celebres” personajes negativos de nuestra historia, pero no vemos producciones que nos recuerden a tantos colombianos de bien, que buscaron desde diferentes frentes, forjar un mejor país.

Pero lo más triste es que esos objetivos comerciales de la televisión, se nutren u obedecen a la malsana curiosidad, al amarillismo, al morbo que se ha instalado en nuestra sociedad y que le sube el rating a ese tipo de producciones que parecen una apología del delito.

Dejemos tanta televisión y optemos mejor por conocer cosas más reales y constructivas de nuestra historia, cosas que nos hagan crecer como seres humanos, que nos nutran y que nos permitan contribuir a forjar el mañana de nosotros, de nuestras familias y de todos aquellos que vendrán después, cuando ya seamos el olvido que seremos….

Ya somos el olvido que seremos.

El polvo elemental que nos ignora

y que fue el rojo Adán y que es ahora

todos los hombres y que no veremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas

del principio y del término, la caja,

la obscena corrupción y la mortaja,

los ritos de la muerte y las endechas.

No soy el insensato que se aferra

al mágico sonido de su nombre;

pienso con esperanza en aquel hombre

que no sabrá que fui sobre la tierra.

Bajo el indiferente azul del cielo

esta meditación es un consuelo

            J.L.Borges