Tengo que confesar que llevaba ya rato evitando leer “El
Olvido que Seremos” de Héctor Abad Faciolince, por esas absurdas ideas que preconcebimos
no se sabe cómo ni cuándo, pues pensaba que este libro sería otra de esas
historias de la infame violencia de
nuestro país, que aunque se pueda pensar que son pan de cada día y que por tal
motivo se creería que somos inmunes, finalmente nos estrellan con una realidad
que duele y nos deja angustiados e indignados por mucho tiempo, pero que muchas
personas solo las publican y otras tantas solo las leen con fines comerciales y
de protagonismo.
Pero la buena crítica y el hecho de que lo que he
escuchado de su autor no me daba la idea de que fuera un escritor
“mercantilista” me indujeron finalmente a leer el libro y no me arrepiento.
Y debo decir que este libro también me estrelló con una
realidad dolorosa, con una historia que se inició cuando yo aun no había nacido
y que terminó cuando yo aún me preocupaba solo por hacer mis deberes escolares,
desconociendo esa realidad de violencia que vivía mi país y que por alguna
razón o suerte si se puede decir, yo desconocía en ese entonces.
No es una oda a la violencia, pero tampoco una oda a la
autocompasión, es un libro escrito con el corazón, sin fachadas de falsos
perdones, pero tampoco de falsas venganzas, solo utilizando esa hermosa
herramienta que es escribir para liberarse, de aquello que guardamos sin poder
expresar, ese deber, esa expiación, eso que no hemos dicho, que no hemos podido
decir o que jamás podremos decirle a quien hubiéramos querido hacerlo, a aquel
verdadero lector para quien iba dirigido lo escrito.
Abad Faciolince nos abre las puertas de su familia, de la
historia de su padre, sus grandes fortalezas y también sus debilidades y nos
deja conocer el impacto positivo del ejemplo de vida de un hombre coherente entre
pensamiento y acción, pero también nos deja conocer el impacto cruel que la
violencia puede ejercer sobre una familia y por ende sobre la sociedad.
Esto también me hace recordar que en los últimos años nuestra
televisión privada con sus objetivos netamente comerciales ha optado con sus
seriados, por hacer muy notables a los “celebres” personajes negativos de
nuestra historia, pero no vemos producciones que nos recuerden a tantos
colombianos de bien, que buscaron desde diferentes frentes, forjar un mejor
país.
Pero lo más triste es que esos objetivos comerciales de
la televisión, se nutren u obedecen a la malsana curiosidad, al amarillismo, al
morbo que se ha instalado en nuestra sociedad y que le sube el rating a ese
tipo de producciones que parecen una apología del delito.
Dejemos tanta televisión y optemos mejor por conocer
cosas más reales y constructivas de nuestra historia, cosas que nos hagan
crecer como seres humanos, que nos nutran y que nos permitan contribuir a
forjar el mañana de nosotros, de nuestras familias y de todos aquellos que vendrán
después, cuando ya seamos el olvido que seremos….
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y que no veremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y del término, la caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo
esta meditación es un consuelo
J.L.Borges
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