De nuevo estamos a 8 de marzo Día de la Mujer, y veo a muchas de mis congéneres preocupadas por saber si sus parejas, amigos o compañeros les regalarán flores o chocolates, banalidades que nada tienen que ver con el verdadero significado de esta fecha, pues no creo que eso fuera lo que le preocupara a las primeras mujeres valientes que se atrevieron a desafiar la sociedad de su época exigiendo igualdad y dignidad para las mujeres, y tampoco creo que eso fuera lo que preocupara a las 140 mujeres que murieron en marzo de 1911 en el incendio de la fábrica de Nueva York donde estaban realizando huelga por los abusos laborales a los que eran sometidas.
Ver esto me entristece y sobre todo me preocupa, porque un siglo después de celebrar esta fecha todavía vivimos en una cultura basada en la discriminación femenina apoyada, incitada y muchas veces generada, consciente o inconscientemente por las mismas mujeres, porque el cambio total de cultura no parte solamente de los hombres, parte inicialmente y yo diría principalmente de la mentalidad femenina.
No podemos pretender una igualdad de géneros cuando todavía las mujeres nos preocupamos más por cuánto mide nuestra cintura que por cultivar nuestra mente y nuestro espíritu.
Creo que en este camino de búsqueda de igualdad que iniciaron tantas mujeres desde tiempos inmemoriales y que tuvo su más notorio avance a finales del siglo XIX y principios del XX, ha tenido un sinnúmero de desvíos que han evitado que todavía hoy en pleno siglo XXI podamos hablar de una verdadera igualdad de géneros.
Este cambio cultural no se da por imposición, se da por educación, una educación que no tiene que ver necesariamente con una educación académica, si no con la educación que reciben las mujeres en sus familias, de sus madres, porque es de ellas de quienes por generaciones se han recibido los mensajes de sumisión, adaptación, dependencia e inferioridad con respecto al género masculino.
Son las madres quienes enseñan a sus hijas la mejor forma de cocinar, hacer el mercado, el aseo, criar los hijos y atender el esposo, hablando de las clases populares, y la mejor forma de cultivar las buenas maneras para conseguir un esposo que las mantenga y así mismo administrar el hogar y criar los hijos, cuando de clases más favorecidas se trata, mientras a los hombres los inclinan por el estudio, la independencia, la fuerza y la competencia.
No estoy diciendo que esto sea en todos los casos, simplemente digo que esto todavía sucede en pleno siglo XXI, lo veo en casos patéticos de madres que regalan a sus hijas de 15 años una cirugía de nariz o una mamoplastia, mientras a sus hijos les regalan un curso de verano de intercambio internacional.
Lo veo en madres que en el mercado compran los condones para sus hijos varones que ya empezaron a tener novia, y a sus hijas las amenazan con el “exilio” si se dan cuenta que tienen relaciones sexuales con el novio. No digo que deban comprarles también los condones en el mercado, pero sí que la educación sexual y reproductiva la hagan de igual manera para hijos e hijas.
Lo veo en mujeres de estratos bajos que se niegan a una cirugía de esterilización porque aunque son madres solteras de 3 o 4 hijos, con el novio actual no tienen hijos y “ posiblemente él quiera uno “
Lo veo en mujeres de estratos medios y altos, que van a la universidad no para iniciar su futuro profesional y enriquecer su cultura, si no principalmente para conseguir un “buen partido” que les asegure su futuro económico y social.
Es cierto que el feminismo de los 60 y 70 generó un avance en el cambio cultural, pero allí en mi concepto también se tuvieron fallas, porque las mujeres para ser aceptadas dejaron sus faldas por pantalones, dejaron su cabello largo por un típico corte masculino, un rostro sin maquillaje, el hablar brusco y la negación de la maternidad, como si la igualdad de género consistiera en ser más masculinas y no en demostrar que manteniendo nuestra esencia femenina podemos desempeñarnos de igual o mejor manera que los hombres en cualquier campo laboral, científico, cultural o social.
Insisto, esto no es generalizado, porque en contraste y para nuestra tranquilidad, encontramos cada vez más mujeres emprendedoras, independientes, trabajadores, orgullosas de su condición de mujeres, que se valoran y no permiten que abusen de ellas física o sicológicamente, que sin tener que dejar de lado su femineidad, se preocupan principalmente por su cultura y su espiritualidad, son profesionales, madres, esposas, amigas y un sinnúmero más de facetas que muchas veces no son fáciles de equilibrar pero que las hacen valiosas para el futuro de la sociedad y de la humanidad misma, abanderadas de la dignidad de la mujer.
Esto es lo que realmente debemos celebrar hoy en el Día Internacional de la Mujer, esa búsqueda de dignidad, igualdad y proyección en todos los campos sin importar nuestro género, pero sin olvidar nuestra esencia, es esto lo que debemos celebrar y no convertir este día en una fiesta comercial más, sin un verdadero valor humano y cultural.
Sé que yo misma tengo que superar muchos obstáculos en mi crecimiento personal, obstáculos internos que me impiden desarrollarme plenamente como mujer y ser humano, pero sigo trabajándome para superarlos no solo por mí si no por mis dos lindas hijas y por todas las mujeres que llegaran después de nosotras.
Feliz Día a todas!
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