Septiembre 9 de 2015
Harold Kremer entrevista a Evelio José Rosero a propósito del
relanzamiento de su libro “Juliana nos mira”, re-editado después de treinta
años.
Biblioteca Departamental, auditorio Jorge Isaacs, 6:30 pm. Asistencia
numerosa y salón muy pequeño.
Inició José Zuleta las presentaciones y le dio la palabra a Harold
Kremer quien moderó el conversatorio. Presentó a Evelio, recordando sus más de
treinta años de trabajo literario, donde ha recorrido prácticamente todos los
géneros y se ha ganado casi todos los premios literarios ofrecidos en Colombia,
a excepción de los de poesía.
La charla giró en su primera parte sobre las vicisitudes que deben
sortear los escritores jóvenes, los que comienzan en este arte y lo que puede
aportar los premios en esta etapa.
Evelio José comparte que las dificultades al iniciar en la escritura,
la búsqueda de editoriales que le publiquen sus primeros trabajos siempre han
sido las mismas. Explica también que en su concepto los premios son importantes
y ayudan mucho en esta etapa, pero que nunca se debe escribir con el objetivo
mismo de ganar un concurso, sino que se debe escribir por el deseo de hacerlo,
por un motivo personal, por un deseo interno.
A los catorce años se ganó un premio de poesía del períodico El País
de Cali, pero a los veinte años se dio cuenta que lo suyo realmente era la
narrativa y admira enormemente a los poetas pero no se siente con la capacidad
de trabajar en este género, que en sus palabras “Los poetas tienen la
posibilidad de decir en cuatro versos lo que los narradores tratamos de decir
en doscientas páginas”.
Luego el tema pasó a la creación literaria a partir de la imagen, la
forma en que un escritor a través de múltiples preguntas acerca de una imagen
puede construir un cuento o toda una historia o novela y que este fue el caso
de la novela de Evelio “Juliana nos mira”, que inicialmente fue un cuento y
luego fue creciendo hasta convertirse en una novela.
Evelio se encontraba “sobre-viviendo” en París, hace treinta
años, tocando la flauta en el metro,
cuando observó a dos niñas totalmente opuestas entre sí, que se miraban con
cariño y a partir de esa imagen comenzó a tejer un cuento, luego a partir de
explicaciones que se daba así mismo, empezó a tejer más y más temas alrededor
de este cuento.
Harold Kremer leyó una sinopsis de la novela:
“Juliana una niña de once años nos cuenta la vida de sus
contemporáneos, a veces desde una mirada voyerista y otras veces desde los
eventos que ella misma vive en su casa y en la de su amiga Camila.
El padre de Juliana es un ministro de gobierno que seduce a las
muchachas del servicio doméstico y la madre es una alcohólica que tiene como
amante al chofer y guardaespaldas de su marido.
A través de los ojos de la niña
vemos al presidente de la república, a presentadoras de televisión, a
personajes dueños de negocios dudosos consumir cocaína y marihuana en un festín
desenfrenado en el que el presidente, un pedófilo, intenta seducir a Juliana y
a su amiga Camila, también de once años.
Juliana nos cuenta cómo,
después de una traba accidental provocada por dos presentadoras de televisión
que les echan encima el humo de un cigarrillo de marihuana, empieza a descubrir
su cuerpo al lado de Camila. Como cualquier niña explora su sexualidad a través
de juegos, en los que prevalecen situaciones lésbicas. En esta exploración como
en cualquier enamoramiento, aparecen los celos por culpa de un niño imaginado
por Camila, con el que ella asegura tuvo alguna intimidad, pero el niño no es
un niño, es la misma Juliana convertida en niño para contarle al sacerdote en
la confesión, su relación con Juliana.
Estos juegos toman un camino casi onírico, cuando Juliana descubre que
Camila consume pastillas que la llevan a alucinaciones y a observar el mundo
huyendo de la realidad, soñando con los ojos abiertos. Pronto Juliana también
empieza a consumir y observamos a las dos niñas relacionándose desde el sueño,
imaginando ser otras, confesando sus deseos, intentando escapar del mundo
opresivo en el que viven.
Finalmente la relación se rompe cuando Juliana descubre que la madre
de Camila, jugadora compulsiva, va a jugar a su hija con el presidente de la
república, la va a jugar contra una embajada para su marido”.
La novela original de hace treinta años tenía cuarenta páginas más que
la nueva edición, pues Evelio le hizo una revisión, una especie de poda. A raíz de esto, Evelio consideró necesaria
una nota de autor al final de la nueva edición, la cual leyó completa y donde
compartió lo especial que fue esta novela y contó cómo tres editoriales de
Barcelona se negaron a publicarla y solo cuando participó en un concurso
internacional un editor se interesó en ella y quiso publicarla. Sin embargo la
gran alegría le duró poco, pues cuando le llegó la versión editada, se dio cuenta
que su novela había “sufrido, padecido, expiado multitud de cambios”, dando
como ejemplo: donde decía matera, lo reemplazaron por maceta, donde había
colocado cobija lo cambiaron por manta, donde había escrito “voy por ella”
colocaron “voy a por ella” , además le modificaron sus comas y puntos, que él
premeditadamente había colocado en los lugares donde quería que estuvieran.
Así, con la ayuda de su amigo, el poeta Nicanor Velez, redactó un documento
contrarrestando cada una de las modificaciones, defendiendo su novela.
Luego le contó indignado de este suceso a su amigo Miguel de
Francisco, quien no se extrañó, por el contrario, le comentó que eso era
normalísimo en España, que debía sentarse con el editor y tomarse un café y así
negociar diplomáticamente “sus tildes”.
Envió entonces una carta suavizando la primera, sin embargo lo hecho,
hecho estaba. La novela se publicó aproximadamente en un 90% fiel a la escritura original, pero esta
novela nunca llegó a Colombia y no tuvo ninguna difusión. Fue una total
tristeza para Evelio.
Luego, la novela se tradujo en los países escandinavos y Alemania gracias
a una amiga , pero un editor alemán le dijo, con mirada maliciosa, que el éxito
de la novela en esos países se debía básicamente a que la novela era “cachonda”,
cosa que no afectó a Evelio, porque considera que el género de novela erótica
es uno de los más difíciles y peligrosos de manejar por parte de un escritor,
porque involucra “no solo los órganos y vísceras del hombre, sino el alma”.
Evelio termina su nota con: “Juliana es sobre todo una novela del
primer amor, con toda su alegría y su desolación, el amor de dos niñas en un
mundo de adultos emponzoñados. En Bogotá un psicoanalista de renombre y
profesor universitario, que había acabado de leerla, me espetó a boca de jarro
que si yo era homosexual, le respondí que infortunadamente no, que me gustaban
solo las mujeres y demasiado. Era su problema, asomarse a una obra de ficción y
considerar, entre otras cosas, que la primera persona del singular es el mismo
autor. Debo confesar que ya no me habla esta novela, envejeció ella, envejecí
yo o envejecimos los dos y que hoy después de treinta años me atrevo a
presentarla bastante aligerada de adjetivos, monotonías e interacciones, ¿cómo
no?, en una charla de hace treinta años, Nicanor Velez me sugirió incluso que
eliminara el último capítulo, eso me parecía inadmisible, porque en ese último
capítulo se resuelve el incesto de la novela. Nicanor me recordaba a Borges que
indica que es más sabio insinuar al monstruo y nunca describirlo, y Nicanor
tenía razón, y liberé a Juliana del cargante e infructuoso capítulo, no
solamente a nuestra salud sino a la salud de la obra, gracias. Es mi primera
novela y aprovecho para dedicarla además a mi amigo Francisco y a Nicanor
Velez, amigazos que ya no caminan con nosotros por este mundo, pero con quienes
voy a caminar tarde o temprano, sin duda, para contarles que después de treinta
años, Juliana se publicó sin el ocioso capítulo, pero que en todo caso, al fin,
por fin, se publicó tal cual, de p a pá, en bola, en pepa…”
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