Farallones de Cali

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sábado, 4 de marzo de 2017

Libros: ¡Que viva la música! - Andrés Caicedo


“…yo me he puesto un nombre:
SIEMPREVIVA

Propicio para que de andarse de mucha confianza con la noche no sea que lo arrojen a uno, el cochero que viene y para, el cochero negro de la silla colorá. Yo seguiré de frente, porque la rumba no es como ayer, nadie la puede igualar, sabor, la rumba no es como ayer, nadie la puede controlar. Tú enrúmbate y después derrúmbate. Echale de todo a la olla que producirá la salsa de tu consufión. Ahora me voy, dejando un reguero de tinta sobre este manuscrito. Hay fuego en el 23”
¡Que viva la música! - Andrés Caicedo


El año pasado en la librería San Librario de Bogotá encontré este tesoro, un ejemplar de la primera edición de “¡Que viva la música!”:

Dos años antes había encontrado este otro ejemplar en francés en una pequeña librería de libros usados, en Quito:


La primera vez que leí “¡Que viva la música!” fue hace muchos años, con un libro prestado, no era mi primer acercamiento a la obra de Andrés Caicedo, pero sentí que era encontrarlo en muchos apartes de esa novela final, de ese “manifiesto”, de ese legado. Un libro escrito en la voz de una mujer, en primera persona María del Carmen Huerta narra su vida, sus angustias y sus alegrías, enmarcado en un deleite musical y una Cali de los años 70.


Un día como hoy, 4 de marzo, hace 40 años, en esta misma ciudad desde donde hoy escribo, Andrés recibió el primer ejemplar de su novela, publicada por el Instituto Colombiano de Cultura, un ejemplar igual al que hoy tengo en mis manos, y ese mismo día decidió partir, hace realidad su decisión, o tal vez su necesidad, de vencer a la muerte poniéndole él mismo la fecha.

Pero como el nombre que en el libro quiso ponerse María del Carmen: SIEMPREVIVA, así recordaremos a Andrés, SIEMPREVIVO, en sus obras, en la música que escuchó, comentó y nos dio a conocer, en las películas que vio, que criticó y en las que también llegó a hacer, en los angelitos empantanados que recorren aún esta ciudad, en esta “Cali-Calabozo” como la llamaba, que vivimos y sentimos los que aquí nacimos, los que se van pero nunca lo harán del todo, los que siempre volverán; seguirá vivo en la Calle de la Escopeta, en la Avenida Sexta, en el Oasis, en el lugar donde el Teatro San Fernando albergó su cineclub (hoy su edificio es una de tantas iglesias que proliferan por la ciudad), en lo que fuera el restaurante Los Mellizos, en Pance, en Jamundí, en toda una ciudad que era la mitad de grande de lo que es ahora, donde el Sur empezaba donde ahora es el centro, una ciudad que olvida su pasado, que desconoce su pasado. Andrés seguirá vivo sobre todo en quienes lo recuerdan y mantienen su legado, en su familia, en sus amigos del Caliwood y seguirá vivo en todos aquellos a los que ha tocado con sus escritos, no solo en Cali sino en toda Colombia y muchas partes del mundo.

Gracias Andrés!


Hoy se lanzó el primer concurso de cuento Andrés Caicedo, para jóvenes entre 15 y 25 años en la Cinemateca de la Tertulia, con un sentido homenaje a este escritor caleño, donde asistieron sus hermanas, Rosario, Victoria y Pilar, varios amigos y un gran público que llenó la cinemateca para escuchar su cuento “La Maternidad”, leído por su amigo Jaime Acosta. También la última parte de ¡Que viva la música!, a la cual llamaba su manifiesto, en la voz de su hermana Rosario, y la carta que escribió a la directora de la Tertulia cuando se creó la cinemateca en marzo de 1973, encontrada por casualidad entre un libro. Posteriormente se proyectó la película Los Olvidados, de Luis Buñuel, la misma que Andrés programó para el 5 de marzo de 1977 en el Cine-club.










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